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¡Bienvenida!

Prepárate para una experiencia saludable y emocionalmente positiva.

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——- El hombre tiene una inclinación natural a ser filósofo, motivado por quererse explicar fenómenos como la vida, la muerte y su propia existencia. Jaspers, intenta explicar este origen con tres motivos: el asombro, la duda y la conmoción del hombre. Uno de los fenómenos que más ha asombrado, llenado de dudas y ha hecho percatarse de la cualidad de hombre es la concepción de un nuevo ser.

Hoy en día resulta complicado hablar de la concepción de un ser humano así como del embarazo y temas relacionados, ya que existen diferentes posturas, grandes controversias y diversas opiniones al respecto según los propios intereses. Aquí nos referimos al concebido como al ser vivo que se gesta desde el momento de la fecundación y quien es el objeto a conocer.

Actualmente, se observa que la percepción de la vida humana se ha distorsionado por el utilitarismo, intereses empresariales, políticos, científicos y personales, basados en la funcionalidad o utilidad que puede tener este nuevo ser. Al centrarse en el sujeto y el proceso de conocimiento, podemos decir que la naturaleza no obedece a la fantasía humana, ni a las creencias, ideas, sentimientos o emociones personales. La existencia de un nuevo ser como objeto de estudio, es una realidad dada independientemente del sujeto que la considera, es objeto de reconocimiento y objeto de re-presentación (de la Paz, Eduardo, 2014), por lo tanto se debe aprender de la realidad y no al revés. ¿Será que las ideas y creencias del mundo contemporáneo vendan los ojos y no permiten conocer la realidad de ese ser en sí mismo? ¿Acaso es esta la razón por la que se ha perdido la capacidad de asombro ante el valor de la vida humana?.

Regresar a los orígenes del asombro por la vida, ayudará a ver esa realidad que se ha perdido en el camino y que en ocasiones es imposible ver con claridad. Aristóteles asegura que “la admiración es lo que impulsa a los hombres a filosofar: empezando a admirarse de lo que les sorprendía por ser extraño” (Aristóteles, citado en Jasper, 2003, p.17). Aunque la concepción de un nuevo ser forma parte de la existencia misma del hombre, no deja de ser algo desconocido y lejano al alcance de su comprensión. Inclusive hoy, que existe más información de este tema, sigue asombrando la capacidad del ser humano de procrear y de la transformación que se vive al convertirse en padre o madre. Pero el asombro no se debería reducir a un momento, no es admirar por admirar, no se acostumbra a la rutina ni a lo cotidiano, no se adormece sino que permanece.

Cuando hay verdadero asombro, se busca la comprensión de la realidad misma; en sentido metafórico, se le da al objeto la oportunidad de hablar de sí mismo. Jaspers asegura que “una vez que he satisfecho mi asombro y admiración con el conocimiento de lo que existe, pronto se anuncia la duda” (Jaspers, 2003, p.18). No sorprende, por ejemplo, que una persona ante la noticia de un embarazo se cuestione sobre su propia existencia, ¿quién soy?, ¿será este el propósito de mi vida?, ¿me llenará de plenitud? Así como dudas acerca de la capacidad humana, ¿seré suficientemente bueno para educar y formar un nuevo ser?, ¿podré satisfacer sus necesidades básicas?, ¿podré vivir para verlo crecer y convertirse en lo que debe ser? También podrían surgir dudas acerca del objeto mismo, ¿tendrá algún defecto?, ¿se estará desarrollando bien?, ¿nacerá con salud? La duda en el sentido estrictamente epistemológico debe centrarse en el objeto que se desea conocer (De la Paz, Eduardo, 2014). En estas dudas que generalmente se presentan en el sujeto, habría que cuestionarse (sin el afán de descalificar, sino mas bien invitando a la reflexión) si están centradas en el objeto mismo o tienen que ver con los miedos, preferencias o emociones del sujeto, cuando realmente lo que nos interesa es conocer ese nuevo ser que viene en camino.

El profundizar en el tema del concebido desde una perspectiva filosófica, nos abre todo tipo de preguntas; desde la propia existencia, como del fenómeno de la creación de una nueva vida, hasta la habilidad para ser padres. No olvidar que para conocer al concebido, se debe observar su realidad misma y para admirar esa esencia, se requiere de humildad y de responsabilidad para así poder lograr una comprensión de esa realidad. El origen de la filosofía es el percatarse de la propia debilidad e impotencia. “¿Cómo salir de la impotencia? Considerando todo lo que no está en mi poder, y por el contrario, poniendo en claro y en libertad por medio del pensamiento lo que sí reside en mi” (Epicteto, citado en Jaspers, 2003, p. 19).

En conclusión, creemos que no debemos perder la capacidad de asombro para estar en constante búsqueda de conocimiento y por esta razón, proponemos el asombro como un elemento fundamental que nos conduzca a la reflexión, poniendo en el centro, la vida humana. Juan Pablo II (1998), menciona que sin el asombro, el hombre caería en la repetitividad y poco a poco, sería incapaz de vivir una existencia verdaderamente personal.

Referencias: de la Paz, Eduardo. (2014, Agosto 26). Epistemología: Estudio del conocimiento. Clase impartida en el Instituto Juan Pablo II para la Familia. Huixquilucan, Estado de México. Fernández-Rañada. (1995). Los muchos rostros de la ciencia. México: Fondo de la Cultura Económica Jaspers, K. (2003). La filosofía. México: FCE. Juan Pablo II (1998). Carta Encíclica Fides Et Ratio del Suma Pontífice Juan Pablo II a los Obispos de la Iglesia Católica sobre las relaciones entre la fe y razón.

 

Nuestra forma de vivir en sociedad, expresa el contenido de la cultura en la que vivimos. Es decir, lo que hacemos cada día, las actividades en las ocupamos nuestro tiempo, como nos relacionamos con los demás  y los valores que cultivamos, conforman nuestra cultura.  Por nuestra naturaleza y dignidad específica, los seres humanos gozamos de conciencia y libertad y nos regimos por la ley natural. Nuestra conciencia es el juicio de la inteligencia por el que identificamos el valor ético de nuestras acciones libres, por ello está en nuestras manos elegir trabajar por la paz.

Nuestra vida humana tiene valor absoluto, desde el primer instante en que fuimos concebidos y hasta la muerte. Por ello debemos cuidarla preservando la salud física, mental, psicológica y espiritual. Y es que también tenemos una gran responsabilidad de cuidar y respetar la vida de los demás, de los más débiles, los bebés que todavía no nacen pero viven en el seno de sus madres, los enfermos, los minusválidos y los ancianos; para que puedan experimentar la felicidad de sentirse amados y de vivir en paz.

Tanto el varón y como la mujer somos capaces de amar y de dar vida y estamos llamados a que la humanidad siga adelante construyendo día a día la paz. Nos necesitamos mutuamente porque cada uno posee en sí mismo cualidades que el otro no tiene realizándonos en el encuentro y complementándonos en la mutua entrega.

En la familia, los padres somos los principales transmisoras de la verdad y del amor que mantienen sano al tejido social. De manera especial el papel de la mujer es fundamental en la formación de la afectividad y de la ética moral de sus hijos. La participación de la mujer es esencial para configurar un modo humano de pensar, de amar y de actuar en la vida social; debido a su particular capacidad de ser el centro integrador y estabilizador de la familia.

Nos toca humanizar al mundo usando nuestra inteligencia y nuestra voluntad para construir la paz ejerciendo nuestra capacidad de amar concretizada en acciones buscando incansablemente la verdad y el bien común.

La paz empieza en la relación de pareja, en la forma en que recibimos a nuestros hijos al nacer, en la vida familiar cotidiana con todos sus retos, en nuestra capacidad de salir del egoísmo y decidirnos a amar de verdad.

No podemos quedarnos con los brazos cruzados; hoy el mundo pide a gritos la presencia de hombres y mujeres, agentes de cambio que al humanizar la convivencia social por medio del amor, construyamos  la paz.

 

Para poder tomar decisiones asertivas en el cuidado de la salud de todos los miembros de tu familia es importante saber que existe una ciencia que puede auxiliarte en el proceso.  La disciplina a la que me refiero es la Bioética, la cual estudia la bondad o la maldad de las acciones en materia de cuidados de la salud.

 

Y es que toda acción médica debe estar orientada a buscar el bien de las personas, velando, sobre todo,  por su dignidad. De ahí que ante dilemas o decisiones difíciles vale la pena buscar el consejo de un experto en Bioética  y reflexionar en las alternativas y opciones que se tengan en la protección de la salud.

 

Para tomar buenas decisiones debes reflexionar en tres puntos principales:

–  Qué se va a hacer? Es una accion correcta y digna de la persona?

–  Para que se va a hacer? Cuál es la intención?

–  Cómo se va a hacer? Que medios se van a usar?

Un acto es bueno cuando los tres puntos son correctos y eticamente incorrecto si alguno no lo es.

Al presentarse alguna situación compleja, es fundamental que el médico que te atiende recuerde los principios éticos de su profesión y que tienen por objeto buscar el bien de sus pacientes. Entre ellos están:

“Haz el bien y evita el mal, lo primero: evita dañar”.

“El fin no justifica los medios”.

“Entre dos males escoger siempre el mal menor”.

 

En todo momento hay que buscar que se respete la ley natural y sus procesos fisiológicos tomando en cuenta que la ciencia médica está para servir a la persona y jamás para servirse  de ella.  En este sentido, es un deber del equipo de salud preservar la vida humana y prestar su servicio con confidencialidad y honestidad, de manera competente y cálida, basado en la evidencia científica, actualizado y, sobre todo, que respete la dignidad humana.

 

Para esto, debes preguntar al médico sobre los beneficios, los riesgos  y los efectos secundarios de cualquier intervención que se te ofrezca así como las alternativas disponibles para que entonces puedas dar tu consentimiento informado.

 

Más si se refiere a tu embarazo, donde cada decisión es de suma importancia por tratarse de la gestación de una nueva vida. Como paciente debes ser la protagonista y tener el control tanto del embarazo como del parto, incluso hasta de las enfermedades, en caso de que existan, para evitar ser un objeto que pueda ser manipulado por el médico o la institución de salud a la que acudes.

 

Hay que recordar que la mujer en trabajo de parto tiene mucho que aportar, opinar, preguntar y merece ser escuchada. Tiene el derecho de que se le respondan sus dudas y se le explique todo lo relacionado con el cuidado de su salud y la de su hijo (a).

 

No hay duda, el nacimiento de un bebé es un verdadero milagro, y por ello, tanto la familia como el equipo de salud debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para preservar su vida y  para buscar que su llegada sea, siempre, en las mejores condiciones.

 

Sabemos que el parto tiene un impacto profundo en la mujer,  por ello el apoyo que recibe de su familia es trascendental, en tanto le ayudará a sentirse confiada y segura para iniciar su noble misión como madre. 

Es un hecho que la mujer que, junto a su esposo, inicia el proyecto de la construcción de su propia familia, requiere de un sistema de apoyo eficaz. Así, la familia cercana, su madre, hermanas y otros parientes son los integrantes naturales del equipo que apoya a la mujer cuando nace su hijo. Lo hacen de las formas más variadas y creativas respondiendo a la realidad y a las circunstancias personales, demostrando que se dan así mismos solamente por el gusto de ayudar poniéndose al servicio de la nueva mujer-madre y le proporcionan apoyo emocional, físico y material para cuidarla y para que al recién nacido no le falte nada.

Precisamente el soporte emocional, real y desinteresado que encuentra en su familia, durante el trabajo de parto, el nacimiento y los primeros días de vida del bebé es un factor vital.  Con la ayuda de su esposo y demás familiares la nueva madre puede dedicarse a amamantar a su bebé y a cuidarlo de día y de noche sabiendo que no está sola y que las personas que más la quieren están con ella. Ese sistema de apoyo que ofrece la familia debe centrarse principalmente en las tareas de la casa como la limpieza, el lavado de ropa, la preparación de la comida, el cuidado de los hermanitos, la compra del mercado y otras tareas que se requieren para que un hogar funcione adecuadamente.  Lo principal es permitir que la nueva mamá pueda dedicarse a cuidar y a amamantar a su bebé tranquila y relajadamente en un entorno cálido, respetuoso y agradable fortaleciendo los lazos emocionales entre ella y su recién nacido.

Cabe señalar que el embarazo, el parto y la lactancia materna son los primeros pasos que da la pareja humana al construir su familia. Contar con un respaldo eficaz facilita a los padres recibir a su hijo asumiendo juntos su maternidad y su paternidad  plenamente. 

La aportación que brinda la familia en esos momentos repercute en que la mujer se sienta segura, cómoda y sobre todo, respetada para acoger amorosamente a su hijo. La cercanía de la familia prepara a la mujer y la ayuda a descubrir la fortaleza con que ha sido dotada para tener a su hijo. A su vez la familia le ofrece asesoría  y consejos que pueden enriquecerse con las aportaciones de los profesionales de la salud para dar, la bienvenida a su bebé, de la mejor manera posible. Sin olvidar que la mujer tiene la capacidad innata de dar a luz y que ha sido dotada por la naturaleza con un poder extraordinario que despliega durante la experiencia del parto. Con la protección familiar, la hace aún más fuerte y la capacita para enfrentar adecuadamente los desafíos del parto y  la crianza.

Para esto, mujer y hombre necesitan:

-Enfrentarse adecuadamente a los retos del parto y la crianza, buscando un parto normal, seguro, saludable y digno.

-Tomar decisiones libres e informadas en las que busquen su bien y el de su bebé, lo cual normalmente coincidirá con el camino que exige esfuerzo, sacrificio y donación de sí mismos.

-Asumir cabalmente su maternidad y paternidad siendo responsables de lo que a cada uno le toca al ir construyendo su familia.

-Reconocer que ambos se complementan, que se realizan al darse el uno al otro y al salir de sí mismos para servir a su hijo.

-Comprender que el bebé tiene derecho a nacer en una familia con un padre y una madre unidos que se amen, se respeten, que lo acojan y se sientan orgullosos de recibirlo.

El sistema de apoyo familiar debe ser un agente facilitador que ayude a las parejas durante el embarazo, a hacer conciencia sobre su misión y a mostrarles caminos prácticos para desempeñarse según la naturaleza humana lo contempla. En el caso de la mujer es ayudarla a que descubra, valore y asuma su capacidad de parir y amamantar naturalmente, acciones que sabe hacer pero que requiere explorar con total libertad. La  mujer puede tener un parto seguro, natural y saludable, en ese sentido, su familia puede ayudarla a decidirse a luchar para lograrlo, acompañándola y respetando sus decisiones, lo que también es conceder un profundo respeto a la dignidad del bebé, de la madre y del padre.

Sin duda, la ayuda de la familia favorece, en mucho, a que los padres gocen el nacimiento de su hijo sintiéndose satisfechos y felices  por su gran esfuerzo y desempeño al recibir el enorme regalo que es su hijo.

Todas las madres participamos en la creación de nuestros bebés tocando un terreno sagrado.

Jesús siendo Dios se acercó a nosotros y asumió nuestra naturaleza humana naciendo como todos los bebés, María su madre lo amó y dió a luz  acompañada de José con una confianza total.

Que el ejemplo de María anime siempre a todas las mamás a enfrentar con dignidad y esfuerzo los retos de su maternidad y reciban a sus bebés con el gozo y la confianza de saber que Dios mismo está con ellas durante su parto.