Las personas hemos sido creadas en dos versiones: hombre y mujer. Ambos compartimos la misma naturaleza humana específica y maravillosa. Somos espíritus encarnados, capaces de amar y con un enorme anhelo de ser amados.
Sin embargo, aunque compartimos la misma naturaleza humana, somos diferentes en múltiples aspectos: tamaño, fuerza física, forma, etc. Es un hecho ¡nuestro cuerpo revela lo que somos! Incluso hombre y mujer somos distintos al sentir, pensar, actuar y amar. Estas diferencias pero que a la vez son complementarias generan que seamos capaces de procrear y formar una familia. Cada cuerpo es diferente y tiene impresa la masculinidad y la feminidad, así como el llamado a unirse para ser uno y llegar a concebir a un nuevo ser.
En este encuentro, el cuerpo de la mujer revela su identidad y su misión centrada en el amor: desde niña puede preparase para ser una mujer plena y expresar todo su potencial para amar y recibir el amor verdadero. En el contexto de su sexualidad, se une al hombre posibilitando la creación de vidas humanas.
Tras la concepción, el cuerpo de la mujer -ahora embarazada- revela más allá la belleza de su feminidad: su acogedora y cálida redondez denota su misión de gestar la vida y de dar todo por su hijo; sus senos revelan su capacidad única de nutrir y de ser madre. En sí, la mujer expresa un amor creativo a través de la maternidad que la hace plena.
Y es que la maternidad no sólo se limita a lo físico-biológico, su sentido es profundísimo en tanto implica, una comunicación estrechísima con el hijo que lleva en el vientre, transformándola en su totalidad.
Los beneficios de este estado particular de la mujer son muchos iniciando por permitirle la trascendencia participando en el evento creativo de dar de vida. La maternidad enriquece: posibilita la formación de una familia y una sociedad, que de otra forma estaría condenada a desaparecer. No hay duda, tener un hijo se proyecta en un futuro y en beneficio de la sociedad, pues cada ser humano aporta nuevos talentos que le favorecen.
La maternidad da origen a la paternidad y viceversa: son la clara expresión de la misión de la mujer y del hombre en completa valoración del uno por el otro.
Pero ¿qué pasa cuando los actuales escenarios (comodidades, el logro profesional, los viajes, las diversiones u otros) parecen más atractivos que la decisión de formar una familia? Ante ello es importante atender el llamado de la trascendencia que nos dirigirá a re-valorar esta misión de participar en la creación de nuevas personas para transformar, desde una vida de pareja, a la sociedad entera.
Te invito a asumir esta gran responsabilidad pero que representa una de las experiencias de mayor gozo, plenitud, enriquecimiento y significado que cualquier ser humano puede vivir.