Al estar preparándome para el nacimiento de mi sexto hijo, tenía ya muy definido el tipo de atención que deseaba para mi parto y para mi bebé, puesto que ya había experimentado la felicidad de dar a luz con partos psicoprofilácticos, todos ellos excelentes y gozando del don maravilloso de la salud. Sin embargo, en esta ocasión las circunstancias fueron distintas; mi embarazo presentó una dificultad: tenía placenta previa cubriendo el cuello del útero. Por medio de un estudio de ultrasonido detectamos el problema y mi médico me advirtió las probabilidades de sufrir algún contratiempo, como un sangrado considerable, necesidad de guardar cama durante varios meses, quizá un parto prematuro…. De todo esto, lo que más me afligía era pensar en un bebé prematuro y los problemas que él, quizá, tendría que enfrentar. Fue excelente saber desde el primer trimestre que la placenta podría traer dificultades, porque así hice todo lo que estuvo a mi alcance para cuidarme muchísimo, evitando la actividad excesiva, las caminatas, los ejercicios físicos y conducir el coche. Presté especial atención a mi dieta, tomé suplementos de vitaminas con hierro y vitamina C, y nadé durante media hora diaria, ya que era el único ejercicio que se me permitía hacer.
La alegría del embarazo hizo que todo ésto no me pesara; por el contrario, tuve mucho tiempo para meditar, leer y esperar confiando en Dios, que da la vida, y le pedí con toda el alma la vida y la salud para mi bebé.
Mi embarazo progresó maravillosamente. En ningún momento tuve sangrado y a los ocho meses el médico llegó a pensar en la posibilidad de que el bebé se acomodara de cabeza y desplazara la placenta, haciendo posible un parto vaginal normal.
Faltaban dos días para la fecha probable de parto y estaba intranquila porque no había sentido una sola contracción. Pensaba que tal vez mi mente estaría inhibiéndolas por el temor de tener un sangrado anormal. Entonces decidí someterme a una prueba de ultrasonido para asegurarme de que todo estaba bien. para poder relajarme profundamente e iniciar mi trabajo de parto. En el consultorio de ultrasonido fue una sorpresa descubrir que el bebé se encontraba sentado y que la placenta estaba totalmente previa, central, cubriendo la salida. En ese momento se confirmó que mi hijo nacería por cesárea y que había sido una bendición que el embarazo llegara a término. El bebé estaba muy bien, de excelente tamaño y de muy buen peso.
Me relajé y me dispuse a recibir a mi hijo lo mejor que pudiera. Me ayudó muchísimo contar con el apoyo y la presencia de mi marido incluso durante la operación; también contribuyeron a mi bienestar la calidez y confianza que me brindó el equipo médico que me estaba atendiendo. A todos ellos les estoy muy agradecida. La cirugía presentó algunas dificultades y fue necesaria una transfusión, pero todo se pudo resolver de manera favorable.
Mi hijo reaccionó muy bien y empecé a recuperarme. Me operaron a la 1:00 p.m., y el bebé permaneció en la cuna durante cinco horas. A las 6:00 p.m. llegó a mi habitación en una cunita, para quedarse conmigo, de día y de noche durante mi estancia en el hospital.
Tener al niño conmigo en alojamiento conjunto valió la pena por muchas razones, a pesar de estar recién operada y tener el cansancio y las molestias que una cesárea implica.
Pude conocer, gozar y contemplar a mi hijo muy de cerca, lo que me proporciono una alegría que difícilmente se puede describir. El vivir esta experiencia contribuyó en gran medida a mi recuperación física y emocional, pues yo no estaba pensando en el dolor que sentía en la herida ni en el sin sabor de haber requerido una cesárea. Todo mi ser estaba volcado en ese pequeñito que tenía en los brazos y que estaba recibiendo como un regalo preciosísimo que Dios me hacía. Por él tenía muchas ganas de recuperarme y de sentirme bien, para cuidarlo v amamantarlo. Mi mejor medicina era sentir cómo me apretaba los pulgares con sus minúsculas manitas, acariciar sus piecitos, su espalda, su cabecita y mirarnos a los ojos, conociéndonos.
El alojamiento conjunto me permitió establecer muy adecuadamente la lactancia, a pesar de que no fue fácil, porque al bebé le costó trabajo aprender a succionar. Cada vez que estaba despierto le ofrecía el pecho y él recibía algunas gotas de calostro, ya que sólo chupaba en forma incoordinada. Sin embargo, después de trabajar durante toda la noche esforzándonos con paciencia, él y yo lo logramos, y alrededor de las 7 de la mañana; mi bebé aprendió a succionar con fuerza y coordinación para procurarse alimento.
Ese día durmió toda la mañana y quiso comer a las 2 de la tarde.
Succionó bastante poco, y lo mismo sucedió durante las horas de la tarde y de la noche; el bebé succionaba bien, pero no mostraba tener hambre.
Mi pediatra, muy atinadamente, no parecía preocupado y me dijo que el bebé comería cuando sintiera hambre. Solamente por precaución ordenó un análisis de sangre para verificar el azúcar. El examen resultó normal, así que con toda calma esperé a que aumentara su demanda de alimento y dispusimos de muchas
horas para descansar y reponernos. Mis demás hijos tuvieron la alegría de conocer y convivir con su hermanito durante estos primeros días, atendiéndolo y dándole la bienvenida a nuestra familia. Al día siguiente el bebé quiso mamar muy frecuentemente, de día y de noche. Ésa fue mi tercera y última noche en el hospital; una de mis hijas me ayudó con mucha dedicación y amor, acomodándome al bebé y cambiando sus pañales cuando era necesario. Estoy muy agradecida con ella porque la desperté varias veces en la noche. Llegamos a casa contentísimos con nuestro nuevo hijo. Aún me sentía bastante dolorida debido a la intervención quirúrgica, pero mi lactancia estaba ya establecida. Nunca tuve los senos congestionados ni los pezones lastimados. No sufrí ninguna de las molestias que muchas veces se presentan en estos primeros días. Amamantar a libre demanda fue el secreto y más aún, contar con el apoyo de mis familiares y amigos que se alegraron por este bebé. Estuve acompañada; recibí muchas visitas, en mi casa, que llena de flores nos daba la bienvenida. Pude dedicarme exclusivamente a cuidarlo, a amamantarlo y a gozarlo junto con mi esposo y mis hijos.
Gaby