Por Patricia Ochoa
Recuerdo que hace muchos años en cada cumpleaños disfrutaba platicarles a cada uno de mis hijos cómo habían nacido. En un principio las anécdotas eran simples y conforme iban creciendo la explicación era un poco más detallada: se escuchaba en la mesa todo tipo de expresiones y comentarios, inclusive gestos de asombro, y por qué no, también de indiferencia, pero yo verdaderamente gozaba el momento, inclusive me remontaba un poco a las historias de mi madre.
Empezaba por anécdotas de mis embarazos, de la maravilla de ser madre y sentir esa energía y alegría con que cada hijo llenaba mi corazón; sus primeros movimientos, esas ondulaciones del vientre y la maravilla de cómo el cuerpo se va adaptando a la maternidad y el papel tan importante de mi marido en esta experiencia tan enriquecedora, su apoyo incondicional durante mis partos, sus roles nocturnos con el recién nacido y esas bañadas en la regadera con ellos tan chiquitos.
En los últimos años mis hijos han crecido y recorrido conmigo este caminar de preparación para ser doula; largas horas de estudio, entrega de trabajos, de esperar a que suene el teléfono para acompañar a una pareja en su labor de parto y en el parto mismo. Ha sido la audiencia de algunas anécdotas de los partos a los que he tenido el privilegio de asistir y acompañar en especial a las mujeres, a esas grandes guerreras.
A mis hijos, les dejo mi pasión por lo que hago y espero que cada uno de ellos cuando les llegue el momento de ser padres, lleven en su corazón estas anécdotas y vivencias . Estoy segura que sabrán acompañar a sus mujeres en esta experiencia tan linda que marca a una familia para siempre.
A mis hijas, espero de todo corazón que vean en ustedes esa gran virtud y fortaleza de ser madres, que gocen cuando llegue el momento, gocen plenamente su embarazo y que tengan la confianza en la sabiduría en su cuerpo, que será la mejor guía para esta gran experiencia, el nacimiento de sus hijos.
Por último encontré esta reflexión que fue la que me inspiró a compartir estas líneas con ustedes.
Del hijo de una Doula:
Siguiendo la guía silenciosa de mi madre e implementando mi perspectiva masculina del nacimiento, esto es lo que llevo en mi corazón:
– Puedo ayudar a crear un hijo, pero no lo puedo pujar desde mi cuerpo.
– Puedo amar a un hijo; sin embargo, no crecerá debajo de mi corazón sino en él.
– Puedo tener empatía, confortar e interceder por mi futura esposa, pero sólo seré un observador en el momento del viaje de convertirse en padre.
– Puedo amar a mi pareja de la única manera en que un hombre puede amar a una mujer, pero comprendo y confío en el lazo que sólo las mujeres poseen.
– Puedo alimentar, vestir y proteger a un hijo, pero nunca podré saber qué se siente alimentar a un hijo en mi seno.
Mamá, aunque nunca seré una doula, ni estaré en tan cercana intimidad con el parto como tu día a día, he estado escuchando y aprendiendo. Y sí, trataré de casarme con una partera.
Shayne Siermachesky