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¡Bienvenida!

Prepárate para una experiencia saludable y emocionalmente positiva.

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Hablar del vínculo de apego afectivo y emocional es hablar de la comunicación materno-filial que forma parte del proceso biológico natural del embarazo. Esto permite que durante la gestación se forme una comunidad simbiótica de dos vidas: la de la madre y la de su hijo, a través de procesos específicos que a continuación relato.

 

Lo primero que ocurre a partir del abrazo esponsal de una pareja,  es que los gametos (el espermatozoide del padre y el óvulo de la madre) se encuentran  dentro de la trompa de Falopio. Antes de fusionarse, efectúan un reconocimiento específico de la especie humana y su unión da origen a una nueva persona humana efectuándose un vinculo determinante entre la madre, el padre y el hijo concebido.

 

A partir de este momento llamado “concepción” el huevo fecundado o cigoto  tendrá un desarrollo vertiginoso, continuo y gradual. De inicio, se emiten señales de intercambio celular entre las partes del organismo en desarrollo así como entre el embrión y el medio ambiente en que se está gestando (que en este caso se trata del cuerpo de su madre). Todo, por supuesto, en una clara vinculación biológica.

 

El embrión en su camino hacia el útero libera interleucinas (proteínas necesarias para la división molecular), y los receptores en la trompa de Falopio en la que se encuentra reciben estos mensajes químicos. Así, se empiezan a producir varias sustancias entre las que se ubican factores de crecimiento que estimulan el desarrollo del embrión, otras que le sirven como indicadores tanto del camino que debe recorrer -en las trompas de Falopio- como para saber dónde debe detenerse para su nidación. También se liberan otras sustancias que le sirven al embrión para su supervivencia, en tanto le garantizan la energía suficiente para los cinco días de trayecto hacia el útero.

 

La nidación o implantación del embrión se lleva a cabo en el útero entre los días seis y siete de vida entrando en contacto físico directo con el tejido materno, efectuándose un vínculo indiscutible. Más aún, el embrión recibe temporalmente sangre de su madre para abastecerse de energía hasta finalizar la segunda semana de gestación mientras el sistema circulatorio fetal se termina de formar.

 

De hecho, existe un diálogo entre el embrión y el sistema inmune de la madre para no ser rechazado: se activa la tolerancia inmunológica y una red de sustancias se libera silenciando a las células maternas encargadas de rechazar a los cuerpos extraños (células asesinas naturales (NK), linfocitos T y linfocitos B). Este diálogo molecular hace que la madre perciba al embrión como algo no propio pero que no emite señales de peligro que pudieran activar sus defensas naturales .

 

Otro proceso que se efectúa es que en cada embarazo, cierta cantidad de células fetales llegan al torrente sanguíneo de la madre, estas son “células madre” y tienen la capacidad de realizar funciones regenerativas en su cuerpo pudiendo sanar  enfermedades autoinmunes, de piel, tiroides, hígado, riñón, corazón, pulmón, entre otras.

 

Es sorprendente cómo las hormonas del embarazo inducen un proceso neurobiológico que configura al cerebro materno. Estudios recientes revelan los circuitos cerebrales implicados en la respuesta de la mujer a estímulos visuales y auditivos procedentes del hijo. Esto nos habla de que las alteraciones plásticas que experimenta el sistema nervioso de la mujer gestante fortalece la vinculación  de apego con su hijo garantizando su subsistencia.

 

A partir de los 15 días de vida comienzan los cambios hormonales que actúan en el cerebro y el resto del cuerpo de la madre. Entre el segundo y cuarto mes la progesterona aumenta de 10 a 100 veces en el cerebro materno reduciendo de forma significativa su respuesta al estrés.

 

El feto emite señales que estimulan la producción de neurotransmisores cerebrales en la madre como son la occitocina (hormona de la confianza y el apego), la prolactina (hormona que induce la producción de leche) y la dopamina (que regula sistemas de premio-recompensa).

 

Los cambios neuroendócrinos del embarazo impiden la liberación de cortisol y la progesterona mantiene baja la respuesta a los agentes del estrés en la mujer embarazada. Esto, a su vez, permite almacenar grandes cantidades de occitocina, hormona del amor y la confianza, preparando a la mujer para los retos de la maternidad.

 

Entre el sexto y noveno mes de embarazo, el cerebro materno se encoge para recuperarse justo antes del parto transformando las carreteras nerviosas de un carril, en autopistas con las que la madre estará del todo capacitada para el parto, la lactancia y la crianza.

 

Cabe mencionar que una vez que el bebé nace, el vínculo de apego continúa   manteniendo al bebé con su madre en contacto piel a piel y cerca de ella de día y de noche, lo que garantiza niveles altos de liberación de occitocina que promoverá a su vez la confianza y el inicio adecuado de la lactancia materna protegiendo la salud  y el fortalecimiento del apego.

 

Bibliografía

López Moratalla, Natalia

La comunicación materno-filial en el embarazo

EUNSA Pamplona, España